Por Alex Vallenilla / @alexvallenilla
En Efectivo. Si el régimen de Nicolás Maduro
logra cristalizar la venta de gasolina gestionada por el sector privado, habrá
acabado con una de las peores distorsiones económicas que ha hundido a
Venezuela en una profunda crisis y en la peor hiperinflación del planeta en los
tiempos actuales.
En Venezuela siempre se dijo que la gasolina era subsidiada
por el Estado y que era más barata del mundo. Esa afirmación podría ser un mito
cuando se revisa el verdadero efecto de tal política.
Las pérdidas que dejaba la venta de gasolina a tasas por
debajo de su costo, las cubría el Banco Central de Venezuela (BCV) con
préstamos a Pdvsa, cuyo dinero en gran cantidad era emitido sin ningún tipo de
respaldo.
Cuando ese dinero entraba a circular, aumentaba la oferta
monetaria nacional, en un país con muy poca producción no tradicional, lo que
hacía subir los precios de bienes y servicios. Es decir, la gasolina no se paga
directamente en la estación de servicios, sino en el precio de todos los bienes
y servicios en general.
Un trabajador, un jubilado, que no tienen vehículo y no gastan
gasolina de manera directa, la pagan de manera indirecta igual que alguien que
si tiene carro, el subsidio realmente lo han pagado los que no tienen vehículos,
a los que sí lo tienen.
Si el régimen de Maduro privatiza la venta de gasolina y no
tiene que recurrir a más emisión de “dinero inorgánico” para financiar las
pérdidas de Pdvsa, se habrá eliminado uno de los principales combustibles de la
hiperinflación de Venezuela, reduciendo la velocidad a la subida de precios en
lo sucesivo.
Lo anterior daría un respiro al bolívar frente a otras
monedas y aunque todavía no es fácil decir que habría una recuperación de su
valor, al menos su proceso de devaluación se desaceleraría de manera
importante. Sólo queda esperar si el sector militar que manejaba el contrabando
de gasolina, permite esta reforma.
El régimen de Maduro estaría haciendo esta apuesta, para
avanzar luego a un proceso electoral en una economía un poco más estabilizada,
con reformas que hasta ahora no han producido mayores reacciones populares,
como por ejemplo ocurrió con la liberación del uso del dólar desde finales de
2018.
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