El joven venezolano que alimenta a 10 mil niños pobres ~ En Efectivo

25 abr 2019

El joven venezolano que alimenta a 10 mil niños pobres

Con aportes propios y ayuda de otros, Roberto Patiño llega a los barrios venezolanos con comedores gratuitos


Roberto Patiño, es un joven venezolano con formación en Harvard, que ha establecido unos 100 comedores gratuitos en toda Venezuela en los últimos tres años para alimentar a niños que podrían morir de hambre. En Carucieña, un barrio de Barquisimeto hay uno en el que almuerzan 50 niños de lunes a viernes.



Patiño ha trabajado en comunidades venezolanas empobrecidas durante más de 10 años, en función de la reducción de la violencia y el voto de los jóvenes. Cuanto más veía, especialmente cuando jugaba un papel importante en una campaña de oposición política en 2012, más quería ayudar. Eso es lo que lo llevó a seguir estudios relacionados en Harvard.

"Nada es más injusto que un niño que no puede comer", dice Patiño.

Primero tuvo la idea de proporcionar sustento a las personas pobres a principios de 2016, cuando él y sus compañeros se encontraban en El Polvorín, en Caracas. Como parte de las actividades para unir a la comunidad, mostraron una película a los niños.



En un momento, una joven llamada Fabiola se acercó a Patiño. Ella agarró sus pantalones y le hizo una simple pregunta: “¿Tienes algo para comer? Tengo hambre."

Patiño se enteró de que la mayoría de los niños de las zonas pobres de la ciudad no iban a la escuela porque sus padres los dejaban dormir hasta el mediodía para que no tuvieran que alimentarlos. Los que sí iban a clase a menudo se desmayaban de hambre.

Lanzó un pequeño proyecto humanitario en el barrio pobre de Caracas llamado La Vega. Este era el plan: Él proveería la comida mientras que los residentes proporcionaban el espacio para el proyecto, gas para cocinar y voluntarios para hacer el trabajo.

Tres años después, Patiño está alimentando a casi nueve mil niños en toda Venezuela en un momento de profunda crisis política y económica para el país.



Uno de los comedores está en Carapita, un barrio pobre de Caracas que ha sufrido mucha violencia. El restaurante, que se alza sobre una colina, está dirigido por Yusbel Castro, quien lo abrió su propia casa.

Castro, con un pequeño equipo de otras mujeres, cocina para 110 niños. Los jóvenes se turnan, usando dos mesas tambaleantes, reciben cinco comidas a la semana. Un día, recientemente, los niños comían carne molida, arroz, batatas, plátanos, zanahorias y ensalada de remolacha.

La campaña de Patiño para ayudar a otros lo convierte en un recaudador de fondos efectivo. Genera los ingresos para financiar su proyecto a partir de tres fuentes: donaciones de organizaciones benéficas, contribuciones de la diáspora venezolana y dinero proveniente de una empresa social: sus voluntarios venden almuerzos a empresas y clientes individuales.

“Solíamos gastar mensualmente 4 dólares en un niño. Desafortunadamente, debido a la hiperinflación, ahora es de 12 dólares", dice. A pesar de eso, asegura que el programa pronto alimentará a 10 mil niños.

“A diferencia del chavismo, que está chantajeando a la población por razones políticas, no discriminamos. Nuestro único criterio es un niño necesitado", dice Patiño, aludiendo a la distribución estatal de alimentos del sistema CLAP que busca favorecer a quienes se afilian a las líneas de Maduro.

A veces Patiño choca con los programas sociales gubernamentales. La señora Castro afirma que los partidarios del gobierno le dijeron que cerrara el restaurante en su casa. Ella se negó y junto con sus vecinos defendió con éxito la cocina.

La oposición política ha ido ganando terreno en lugares como los barrios pobres de Barquisimeto. (csmonitor.com)

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