Por Omar González Moreno / @omargonzalez6
El emplazamiento de misiles y baterías antiaéreas en barrios repletos de ranchos construidos con materiales de desecho o en zonas residenciales de acicalados jardines en diferentes ciudades del país ha provocado un maremágnum de especulaciones sobre los verdaderos propósitos de esta inusual acción militar ordenada por el régimen de Nicolás Maduro.
¿Por qué colocar esos demenciales juguetes de guerra precisamente entre la población civil venezolana? ¿Qué se esconde detrás de esa maniobra? ¿A cuenta de qué exponen esos artilugios bélicos que hieren los ojos de las familias y oprimen el paisaje habitual del venezolano precisamente en este momento y sin ninguna explicación previa?
A dos meses de distancia de las elecciones parlamentarias que según todas las encuestas las tiene perdidas de calle el régimen madurista, la teoría más difundida es que se trata de una maniobra para meterle miedo a los electores con la posibilidad de una guerra contra un enemigo externo o una matazón contra un enemigo interno.
Otros añaden que se trata de un simulacro de ocupación del terreno donde habita la población civil, ante posibles desordenes, en caso de que se vean en la necesidad de suspender las elecciones ante una derrota segura o se decidan a cometer la locura de ejecutar el mayor mega fraude de la historia.
Todas estas versiones vienen aderezadas con la creencia de que el régimen de Maduro busca desesperadamente un conflicto con algún país vecino, como Colombia o Guyana, para tratar de explotar el patrioterismo criollo y justificar la implantación de un estado de excepción nacional que le permita salir del trance de una derrota electoral aplastante.
Sea cuales sean las razones, en lo que todos coinciden es que es una enorme irresponsabilidad del régimen colocar ese tipo de armamento en medio de la población civil, porque podría ocurrir un accidente fatal, y porque viola descaradamente el derecho internacional humanitario que prohíbe convertir a los civiles en blancos militares.
Frente a esa oleada de consideraciones, después de varias semanas de estar mostrando la fuerza militar y el poder de aniquilamiento a un pueblo que pasa horas y horas en las llamadas colas del hambre para conseguir alimentos o medicinas, apareció un general, todo tieso, dentro de su uniforme de campaña, con una escueta explicación:
“Los ejercicios militares que efectúa la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en el noroeste y el oeste de Venezuela involucran a 7.173 soldados y el uso de 3.323 medios de guerra entre misiles, tanques, aviones, embarcaciones y helicópteros”
No fue el Comandante en Jefe ni el Ministro de la Defensa quien se encargó de informar tamaño despliegue de tropa y armamento, sino el general Jackson Sánchez, director de los ejercicios de la denominada Campaña Patriota 2015, dizque programados para conmemorar el décimo aniversario del Comando Estratégico Operacional.
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