Por Richard Casanova / @richcasanova
Otrora tiempo el narcotráfico logró instalarse en el parlamento colombiano. En 1982, el mítico capo de la droga Pablo Escobar –líder del Cartel de Medellín- alcanzó un curul ante el Congreso de la República. Durante esos años se acuñó el término “Narco-Estado” para referirse al país donde las instituciones se encuentran penetradas por el narcotráfico, llegando incluso éste a convertirse en un actor político que le disputa el poder al Estado.
Por ejemplo, la guerrilla o grupos irregulares insurgentes –auspiciados desde Cuba- encontraron en el narcotráfico un modus vivendi y los carteles de la droga se involucraron en el financiamiento de políticos a cambio de garantías, impunidad y protección desde el poder estatal, siendo emblemático el caso del Cartel de Cali cuando supuestamente aportó fondos a la campaña presidencial de Ernesto Samper, hoy gran amigo del gobierno venezolano. A propósito, todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario pero la respuesta a graves denuncias que involucran a personeros del gobierno venezolano con el narcotráfico, no puede ser el mismo disco rayado, esa cantaleta del imperio, la oligarquía, la derecha y demás sandeces que han usado por 15 años para evadir su responsabilidad. El país quisiera ver una real disposición a enfrentar las acusaciones que se han hecho públicas. Si no hay algo que ocultar ¿Por qué no facilitar una amplia investigación?
Quizás muchos no pueden explicar el ostentoso nivel de vida, algo francamente obsceno en un país sumido en la pobreza gracias a la revolución. El pueblo tiene derecho a justicia, a conocer el patrimonio de los funcionarios públicos y ellos están obligados a rendir cuentas, no pueden seguir insultando la inteligencia de los venezolanos con ese disco rayado.
No acusamos a nadie pero ya son demasiada cosas sin respuesta. Hablamos de un país dirigido tras bastidores por el poder cubano, que posee relaciones estrechas con la narcoguerrilla colombiana y con toda la fauna de desprestigiados dirigentes políticos, desde Sadam Hussein hasta Daniel Ortega, pasando por Manuel Marulanda (a) Tiro Fijo, a quien le erigieron una estatua. Los venezolanos vimos a Walid Mackle –un narcotraficante convicto- decir que tiene una nómina de Generales y que le pagaba al hermano del Ministro del Interior para la fecha, Tareck El Aisami.
Hemos visto como el gobierno rescató a un militar detenido en Aruba presuntamente por narcotráfico. Hemos visto como sale una tonelada de cocaína en 50 maletas por el principal aeropuerto internacional del país. Hemos visto fotos de capos de la droga con altos funcionarios y conocemos cientos de narco-historias que no dejan de angustiar a la población. Y ante este agobiante drama, la respuesta del gobierno es el silencio, la indiferencia y en el mejor de los casos, el mismo disco rayado. Nadie renuncia, ni marca distancia o hace alguna advertencia, al contrario vemos la solidaridad automática llevada al extremo de proclamar como héroes a los indiciados, como si quisieran convertir al país en una sociedad de cómplices y evidenciar que nada les importa. Así las cosas, nadie será culpable por pensar que la podredumbre hizo metástasis y estamos ante un deslave moral de dimensiones apocalípticas. En este clima vamos a las parlamentarias….
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