Por Richard Casanova / @richcasanova
Ya el CNE anunció que las elecciones parlamentarias van con los mismos circuitos del año 2010. Sin embargo, se conoce la disposición del organismo electoral -léase del gobierno- a introducir cambios para sacar mayor beneficio de la contienda. El ventajismo oficialista no es ninguna novedad, tampoco el descaro y la amplia difusión de los abusos pues la idea es desmoralizar al mundo opositor, desmovilizarlo y estimular su abstención. Pero llega un momento en que no hay trampa posible y más bien, cualquier cosa que hagan puede ser "cuchillo para su garganta". A propósito, recordemos la experiencia de las elecciones en el Colegio de Ingenieros de Venezuela (CIV).
El gobierno procuró evitar esas elecciones y la Junta Directiva Nacional del CIV tuvo que introducir varios recursos legales ante el TSJ y el CNE. Por fin, éstas fueron convocadas cuando el gobierno pensó que iba a ganarlas pues además del control de los ministerios, institutos y demás entes donde trabajan buena parte de los ingenieros y arquitectos agremiados, tenían a su favor un clima de desaliento y una frágil unidad opositora. Así las cosas, el CNE autorizó las elecciones y obligó al CIV a modificar el sistema electoral, alterando la estructura –tal como hoy se plantean- para supuestamente sacar ellos mayores beneficios. Lo que no esperaban es que la Unidad Gremial venciera todas las adversidades, derrotara el ventajismo oficialista y el resultado terminara siendo demoledor para el chavismo. Igual en estas elecciones parlamentarias, quizás puedan quitarle un diputado a la oposición en algún circuito pero la posibilidad de alterar sustancialmente el resultado está por verse y cuidado si el tiro no les sale por la culata.
Lógicamente estas maniobras hay que enfrentarlas pero ellas beneficiarán al chavismo, si el electorado opositor es convencido de que el gobierno ha logrado una forma truculenta de ganar, cosa que frenéticamente repiten los opositores radicales. O si estas marramuncias son percibidas como algo exitoso asociado a la condición de poder, por ejemplo que el país apreciara la suspensión de la elección del Parlamento Latinoamericano como una demostración de fuerza del hamponato gubernamental, cuando en realidad es una muestra de su tremenda debilidad. ¿Acaso alguien va a pagar el costo político de suspender unas elecciones que puede ganar? Si esa representación parlamentaria ya se elegía mediante el voto popular ¿por qué retroceder y quitarle ese derecho al pueblo? ¿Qué pasó con la democracia participativa y protagónica? Igual con el retraso en el cronograma electoral, tal evasiva no es expresión de fortaleza, todo lo contrario: un gobierno fuerte ya habría anunciado las elecciones. Sin duda, el miedo los paraliza pero será inevitable convocarlas este año y gracias a la presión internacional, se le complica al chavismo una eventual tropelía golpista para evadir la contienda. Por cierto, ha sido esa presión y la unidad nacional de las fuerzas opositoras, lo que ha obligado a los dictadores del mundo a entregar el poder. El gobierno lo sabe: por mucho que pataleen habrá elecciones. Tanto nadar para morir en la orilla, dice la sabiduría popular.
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