Los asesores económicos de Guaidó invocan al FMI y eso significa austeridad, mientras Maduro aplica políticas extremas austeras también, para evitar caerse
Por Alex Vallenilla / @alexvallenilla
La crisis económica de Venezuela ha golpeado duramente a sus
trabajadores públicos, los cuáles en su gran mayoría han desertado y emigrado. Una
de las causas de la crisis fue haber hecho que el Estado creciera de la manera
que lo hizo debido a las medidas de Hugo Chávez.
En 1999, Chávez consiguió un país con 984 mil empleados públicos, una
nómina que ya era grande y que creció 14,5% entre 1989 y 1999, según la
consultora ODH. Con Chávez en 15 años la subida de 300%.
Según estadísticas del mismo chavismo/madurismo, la nómina pública
subió a 4,9 millones de trabajadores públicos, gracias a una política
clientelar. A Chávez le tocaba lidiar con su proyecto político con adecos y
copeyanos, a quienes fue incorporando en ministerios y empresas estatales
gracias a la subida de los precios del petróleo.
Producido el colapso de Pdvsa, 20 años después, es imposible mantener
la nómina estatal.
Quién lo hará
La realidad económica señala que el Estado venezolano tendrá que
reducirse, para corregir parte de las distorsiones económicas creadas con las
políticas chavistas. Sin ingresos tanto internos, como externos, no es posible
mantener sueldos y salarios reales para médicos, enfermeras, maestros,
docentes, profesores, policías, bomberos, militares, empleados de la administración
pública, de entes regionales y locales.
En este punto se llega a una situación política, en que chocan los
planteamientos económicos y el clientelismo político partidista. El momento de
poner “el cascabel al gato” se acerca.
Tantos los sectores que se oponen al madurismo, como éste, no dejan
claro qué ocurrirá con empleados públicos. El derrumbe petrolero de Venezuela
ha dejado al país sin posibilidades de seguir manteniendo un gasto público en
términos reales en el futuro, puesto que no sólo ya no se cuenta en su
totalidad con la renta petrolera, es que tampoco hay otras industrias no tradicionales
funcionando en su totalidad.
La austeridad de lado y lado
Por el lado de los sectores de oposición, depende de la visión que se
imponga desde el punto de vista ideológico en un hipotético nuevo gobierno. Desde
la visión liberal, el tamaño del Estado debe reducirse y la austeridad sería
una norma, pero que poco favor le haría a un país que está devastado
económicamente que requiere del gasto público como uno de los motores para
salir a flote.
Sostener al actual Estado, en términos reales no sería posible en lo
inmediato y pensar que solucionar la crisis de Venezuela, para sostener lo que
actualmente hay sobre la base de nuevo endeudamiento, sería “estirar la arruga”.
Aunque en las propuestas de cambio que se plantean desde los asesores de Juan
Guaidó, está acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI), que significa
austeridad.
Se supone que el Estado daría un giro para motorizar y abrir las inversiones
privadas. Esto ayudaría a entender que el trabajador público tendrá que migrar
a un sector privado que estaría en crecimiento, dadas las actuales condiciones.
En todo caso, a un nuevo gobierno le toca reducir la nómina pública,
es decir producir despidos y no hay políticos que se atrevan a tocar ese punto,
puesto que actualmente son cerca de tres millones de votos.
Austeridad atroz del madurismo
Por el lado del chavismo/madurismo, que resiste ser derribado con la acción
Trump-Guaidó, ha venido implementando una reforma económica muy cruda. Maduro ha
adoptado una agresiva política de austeridad, mucho más severa incluso que la
visión liberal o neoliberal, un ejemplo de ello es la dura norma del encaje
legal aplicada a los bancos venezolanos.
Por sólo citar un ejemplo, recientemente, un banco dio un préstamo a un
pequeño empresario, por 90 días y de comisión flat el prestatario debió pagar
30% del monto que recibió. Un sistema sólo para los más ricos. Así la economía
sólo podría comenzar a recuperarse muy lentamente pero de manera muy despiadada
contra los menos pudientes.
Maduro ha comprendido, en medio de ese pragmatismo que ahora ha
asumido, que el Estado es muy grande y demasiado ineficiente y es el gasto más significativo
que ha tenido desde que ejerce el poder. Su política de austeridad extrema, como
si ahora fuera de derecha, ha obligado a los trabajadores públicos a abandonar
sus puestos de trabajo.
Sólo como una consigna hueca ha quedado aquello del “presidente obrero”.
Otros, que se implican en temas políticos, terminan despedidos y hasta
encarcelados.
Los trabajadores públicos de Venezuela no logran ganar más de seis
dólares al mes y eso los obliga a abandonar sus puestos. Aunque el desorden administrativo
por falta de contraloría sigue, en muchas gobernaciones, que ahora lucen
abandonadas, las nóminas siguen altas, el personal se ha marchado y la mayoría
continúa recibiendo sus devaluados salarios.
Según la consultora ODH, sólo quedan 2,8 millones de trabajadores
públicos, el resto ha huido de Venezuela para alejarse del hambre, el caos, la
escasez, enfermedades y el colapso general del país.
El dilema
Los que quedan viven con la incertidumbre sobre si perderán sus
empleos porque la crisis económica los obliga, o se quedan resistiendo, para
finalmente igual tener que dejar sus puestos, producto de las políticas de
austeridad que blanden ambos bandos políticos.
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