Por José Vicente Carrasquero / @botellazo
Desde hace más de 10 años, el pueblo venezolano ha sido víctima de una política económica suicida. Ideada por su incompetencia más manifiesta, Jorge Giordani, e implantada por Hugo Chávez, esta política se basó en el inmenso influjo de dólares que provienen de la comercialización del petróleo. Prometiendo sacarnos del rentismo, se comenzó a expropiar y expoliar empresas e industrias que en su gran mayoría se encuentran en niveles de operación inferiores a los del momento en que pasaron a manos del gobierno.
Todo esto vino acompañado del nefasto control cambiario. Uno que ha durado más de 10 años y que no impidió que se diera la más grande fuga de divisas que ha sufrido el país en toda su historia. Esta desacertada política puso en manos de una clase política inepta y sin visión de grandeza ni de futuro, la posibilidad de crear una serie de mecanismos que hicieran difícil adquirir divisas que facilitaran el desarrollo de una economía saludable y productiva.
Su incapacidad más manifiesta, Jorge Giordani, llego al improperio de decir que Venezuela tenía todos los dólares que necesitaba. Eso no lo dice el ministro de finanzas de ningún país en el cual la clase política tenga los estudios mínimos necesarios para el ejercicio del cargo. Lo cierto es que Giordani no tiene ninguna cualificación académica que le permitiera ejercer con propiedad, ninguno de los cargos que ocupó durante los últimos catorce años.
Los resultados de la ignorancia como ejercicio de poder están a la vista. Venezuela es, en este momento, un país con una población que sufre una de las peores calidades de vida del hemisferio. Mis investigaciones me han permitido conocer que en el chavismo hay toda una campaña según la cual se le hace creer a sus seguidores que países como Colombia o Perú se encuentran peor que nosotros.
Eso queda desmentido por los números a nivel macroeconómico. Como única muestra diremos que la inflación de un mes en nuestro país es superior a la anual de los dos países mencionados. Además, los ciudadanos de esos países no tienen que sufrir largas colas para comprar alimentos. Más específicamente, cualquier ciudadano colombiano o peruano, puede adquirir libremente los dólares que pudiera necesitar. Como detalle en esos países no hay problema alguno para, teniendo los recursos, comprar el vehículo que se quiera a precios muy por debajo de los nuestros.
Como consecuencia de la desastrosa política económica, en Venezuela estamos esperando una nueva devaluación de la moneda. La misma vendrá acompañada de aumentos de la electricidad, el servicio de agua, servicio de gas, aumento de la gasolina y todas esas medidas que suele recomendar el Fondo Monetario Internacional al que no hace falta pertenecer para seguir sus recetas.
Tocará oír a algún fanático desaprensivo decir que la devaluación no le importa porque él no compra dólares. La triste realidad es que lo peor está por venir. Y lo que tenemos ya es lo suficientemente malo. Este martes 5/8, pude leer un artículo de Aporrea en el que el autor dice haber sido testigo de varios ataques de epilepsia en las calles de Caracas. Elemental, el control de cambio ha hecho desaparecer del mercado una gran cantidad de medicinas, entre ellas, los anticonvulsivos.
Lo cierto es que un país tan dependiente de las importaciones como el nuestro, no puede seguir siendo sometido a la ignominia de un control de cambio que ha servido para enriquecer indecentemente a burócratas del régimen y empobrecer brutalmente a más del 90% de la población.
En este momento es imposible comprar un vehículo, viajar al extranjero, hacer un mercado completo, rendir la quincena, conseguir las medicinas que prescriben los médicos, conseguir que un organismo público atienda a un paciente oncológico, arreglar un vehículo al que le falta un repuesto, que el cajero automático te dé el papelito con tu saldo, y un largo etcétera de necesidades que no pueden ser satisfechas.
Todo esto en medio de la más alta y larga bonanza petrolera de nuestra historia. El único problema es que esa riqueza fue neutralizada por la ignorancia de una clase política voraz que cual marabunta desintegró nuestros recursos y nos lanzó en el foso de la pobreza. Ellos disfrutan de una Venezuela privada: chofer, carro, guardaespaldas, viajes en aviones privados, todos los dólares que necesiten, atención médica en el extranjero y algunos con hijos cursando estudios en colegios y universidades alrededor del mundo.
Los partidos políticos de oposición nunca la habían tenido tan fácil. El gobierno no puede justificar el desastre que estamos viviendo. Es hora de que los dirigentes políticos comiencen a hablar de los problemas que sufren los venezolanos. El debate salida-vía electoral es un sin sentido para un venezolano que le toca sufrir el día a día de la peor calidad de vida de nuestra historia. Es hora de conectarse con el venezolano y con sus desgracias.
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