El gobierno juega con candela cuando en medio de una crisis profunda –en vez de abrir cauces a la solución de los problemas y garantizar la paz- intenta quebrar la poca institucionalidad democrática que queda en Venezuela, utilizando para ello a un Poder Judicial postrado al régimen, desprestigiado por servil y por su conformación fraudulenta. Por esa ruta vamos hacia un país inviable, signado por el desconocimiento generalizado de las instituciones, agregando a la dramática situación social y económica, una crisis de legitimidad que conducirá inexorablemente a un cuadro de ingobernabilidad, donde Nicolás Maduro y su gobierno tiene todas las de perder. En otras palabras, el propio gobierno estaría generando las condiciones para su salida anticipada del poder. Veamos algunos escenarios…
En esta emboscada la víctima es una Asamblea Nacional electa por la abrumadora mayoría del país que clama por un cambio y su desconocimiento podría forzar a ese inmenso caudal de venezolanos a desconocer al gobierno, sin que éste pueda contener las consecuencias. Nos referimos a la legitimidad que cobra la calle ante la carencia de instituciones y a la enorme debilidad de un gobierno fracasado y corrupto, con escaso respaldo popular y un inmenso desprestigio nacional e internacional.
Es muy probable que la misma FAN que tuvo que reconocer el 6D que hay una nueva mayoría en Venezuela, ahora tenga que actuar en estricto apego a la Constitución Nacional y exigir respeto a la voluntad popular expresada ese día. No hablamos de un golpe, aquí los golpistas están en el gobierno. Nos referimos al país que espera el triunfo de la institucionalidad y que nuestra FAN no sea cómplice de las trapacerías golpistas del régimen y sea garante de la paz. ¿O van a apuntar sus fusiles contra ese pueblo que pacífica y democráticamente ha expresado inequívocamente su opinión? Aunque el cuadro sea una oportunidad para algún gorila encapillado, no hay condiciones para un desvío sedicioso. Y lo cierto es que este escenario puede conducir a un cambio democrático del gobierno o a una salida violenta, cuyo desenlace final será el mismo: un cambio de gobierno.
La otra alternativa: el oficialismo entiende que hay una nueva realidad política y negocia –en el mejor sentido de la palabra- unas condiciones que permitan una convivencia democrática de los poderes, lo que da un margen de maniobra a Nicolás Maduro aunque igualmente ello derive en su salida del poder. Aun así, tendrá las oportunidades que ofrece el sistema democrático e incluso de cara al futuro, le permitirá preservar al “chavismo” como fuerza política (entre comillas porque ellos mismos dijeron que tal cosa no existía sin Chávez). En definitiva, el gobierno debe reconocer que su gran debilidad –además del inmenso rechazo- es que todo el mundo sabe que intenta mostrar una fuerza que no posee, que ya está políticamente derrotado y no tiene forma de salir del atolladero. ¡Todo este llantén son pancadas de ahogado! Claro, no descartemos que el régimen quiera jugar “todo o nada”, suicidarse y salir por los drenajes de la historia, en cuyo caso insistirá en la ruta de desconocer la voluntad del pueblo venezolano. A todo evento, el país sabrá colocarse a la altura de las circunstancias y superar estos escollos. Somos optimistas, el cambio es indetenible.
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