Por Richard Casanova
Los delincuentes felicitan a sus colegas del gobierno por esa iniciativa de desarmar a sus potenciales víctimas. En efecto, prohibir el porte de armas es una restricción que se impone únicamente a los ciudadanos que cumplen con la ley, solo aplica a la gente decente que decide portar legalmente un arma para defender a su familia, sus bienes y su propia vida.
Los que usan armas para delinquir ni se sienten aludidos por la disposición. Así las cosas, luego de esta revolucionaria medida, el uso de armas -exceptuando a militares y policías- será un privilegio exclusivo del hampa y de los enchufados del gobierno… Y perdonen la redundancia.
Lo indignante es que esa decisión es tomada bajo la lógica revolucionaria que pretende soslayar la responsabilidad del gobierno y recostar las culpas a otros, incluyendo al pueblo. Según esa lógica, la inseguridad no es producto de su fracaso, ni del culto a la violencia que han impuesto desde las altas esferas del poder. Nada de eso, la culpa es suya. Hay inseguridad porque existe gente que se arriesga a portar un arma para defenderse del hampa y obviamente, esa gente debe ser castigada con la prohibición en cuestión.
¡Y así es con todo¡ Si no hay luz es porque se ha elevado el consumo y hay que castigar a la población consumista incrementando las tarifas. Si PDVSA está quebrada no es por la incompetencia y corrupción, sino por ese mismo consumismo capitalista y usted es parte del problema, por eso será castigado con un sustancial aumento de la gasolina. Todo esto siempre edulcorado con un discurso patriotero.
El contrabando no es responsabilidad de quienes tienen la obligación de resguardar las fronteras, definitivamente es culpa de los bachaqueros. Pero los venezolanos no somos idiotas, como cree el gobierno. Sabemos bien quienes son los responsables, acaso ¿puede alguien pasar una gandola de gasolina hacia Colombia, sin estar enchufado en el gobierno o asociado con la cúpula militar?
La lógica revolucionaria indica que la inflación y la escasez no son consecuencia del fracaso del gobierno en el manejo de la economía, ni de toda esa desquiciada política que ha devastado al aparato productivo y arruinado a la nación. Nada de eso, si no hay comida, la culpa es suya por comer mucho o por actuar como acaparador doméstico.
En consecuencia, también será castigado y en lo sucesivo, deberá dejar su huella digital cada vez que compre algún producto controlado como harina, leche o papel tualé, entre muchos otros de una larga lista. Hoy las cúpulas podridas del PSUV gozan de impunidad y los ciudadanos son considerados delincuentes.
La Venezuela decente está bajo un estado general de sospecha. Dejar su huella cuando vaya al abasto o la farmacia, es una suerte de reseña policial que contrasta con aquellos tiempos en que usted podía comprar lo que quisiera y conseguía todo, hasta en la más pequeña bodega del barrio. En fin, la lógica revolucionaria se inspira en la dominación y a tales fines, hay que castigar al pueblo y manipular sus necesidades, al tiempo que se le convence que todo es por su bien.
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