Por Alex
Vallenilla
En un artículo anterior señalaba que la
confrontación de febrero y marzo, enfrentaba a dos tipos de pensamientos. Uno,
forjado por casi 300 años, el pensamiento libre de las universidades
venezolanas, el otro, el retrógrado y primitivo pensamiento fascista, pintado
de comunista, proveniente de la isla de Cuba y con apenas 50 años.
Ese pensamiento del castrocomunismo, se
apoderó del estamento político venezolano y penetró a las Fuerzas Armadas, con
el resultado fatídico, que esta última, politizada, usada como brazo armado del
régimen, apoyada en civiles milicianos, salieron a reprimir brutalmente al
estudiantado que salió a exigir un mejor país. Los resultados son conocidos.
El castrocomunismo chocó con un muro que se
comenzó a construir hace casi 300 años en Venezuela, una fuerza libertaria
superior en pensamiento, aunque disminuida ante el uso cruel y sanguinario de
las armas.
Ciertamente una población civil, en su
mayoría compuesta por estudiantes, jóvenes con sueños de libertad, no podía derribar
a un régimen, que armado reaccionó ferozmente, sin respeto ni apego a las leyes
ni a la moral. En el terreno de la violencia, el castrocomunismo pudo, aunque
le llevó de tres a cuatro meses, lograr el control de las calles.
Este movimiento estudiantil, ha dado ahora
una dura derrota, en el terreno político a los castrocomunistas y sus aliados
en Venezuela. Las sanciones a funcionarios señalados desde el Congreso
norteamericano de haber violado los Derechos Humanos y de poseer al mismo tiempo
propiedades y riquezas en el suelo norteamericano, es la primera consecuencia
de una serie de eventos que seguirán surgiendo, luego que esa gesta
estudiantil, hiciera lo que cualquier patriota haría por su país. Son muy
lamentables y tristes las pérdidas humanas, que nada en esta vida reparará a
sus familiares.
Rememora esto a la Generación del 28,
aquellos estudiantes masacrados por Gómez no tumbaron la tiranía, pero
sembraron la semilla, para el surgimiento de un país distinto y de nuevos liderazgos,
que trajo a Venezuela, la modernidad, hoy truncada otra vez, por unos trogloditas
de presupuestos públicos.
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