Todo el proceso de confiscación de empresas, fincas productivas y
tierras que se llevó a cabo en Venezuela, en nombre de un llamado “proceso
revolucionario”, en que supuestamente el proletariado asumiría el poder, fue
una farsa, una cortina que permitió a las corruptelas en el PSUV, convertir a
Venezuela en un país dependiente de la importación y ellos dueños del negocio.
Era obvio, los que quitaban tierras para entregarlas a supuestas
cooperativas, siempre supieron que eso no funcionaría, detrás estaba el plan.
Los altos jerarcas “boliburgueses”, se convirtieron en grandes “empresarios” en
los países del ALBA y en otros que no lo son.
Con esa política de producción nacional arrasada, quedaba servido en
bandeja de plata el negocio. Primero las licencias de importación, requisito
para acceder a los dólares preferenciales y luego las emergencias, las
adjudicaciones directas, hasta que perdieron el prurito, y con el descaro más
grande, ex ministros, ex embajadores, ex diputados rojitos, convertidos en
grandes “inversores”, compraron mataderos, frigoríficos, fábricas de leche,
polleras, distribuidoras de alimentos en Brasil, Uruguay, Argentina y otros
países.
Se comprende entonces por qué al productor nacional lo arrodillaron
con precios regulados, con fiscalizaciones, multas y toda la persecución
sabida, la desleal competencia desde el extranjero de estos nuevos millonarios
“rojos”, les permite acceder a las divisas baratas, importar alimentos y vender
en condiciones especiales, que deja sendas ganancias a sus bolsillos, en
detrimento de la economía nacional, las empresas venezolanas y sus
trabajadores.
Ahora que la realidad llega, con la escasez de divisas, el asunto
cambia. Así es la economía, ciclo tras ciclo. La mayoría de estos señores no
llegaron a tener empresas en el extranjero por “el sudor de su frente”, por lo
tanto, no será para ellos fácil mantenerlas. Primero, seguir vendiendo
alimentos a Venezuela ya deja de ser un negocio para ellos, porque no hay aquí
para pagarles. Otra es que el incremento global de la producción alimentaria,
les deja en medio de una competencia en que deben demostrar si son tan buenos
produciendo ganancias, en un mercado real, sin ser amparados por gobierno
alguno y con los precios en baja.
Estos jerarcas, ya sienten los efectos de la crisis económica
“socialista”, creada por ellos mismos, la cual quiebra a todo el país, lo que
los obligará a buscar salidas políticas que les permita preservar los capitales
que detentan, caso contrario, cargar con las pérdidas que todos ya tenemos en
Venezuela.
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