La destitución de Dilma Rousseff coloca nuevamente en jaque al régimen de Nicolás Maduro, que pierde con la salida de la presidenta brasileña a un importante escudo de protección ante las presiones internacionales y un valioso proveedor de alimentos que le vendía a crédito.
Maduro, cuya popularidad se encuentra en el piso ante el colapso económico del chavismo, también parece haberse convencido de que no sobreviviría la realización de un referendo revocatorio este año y voceros del régimen están dejando entrever que quedaría para el 2017, mientras que paralelamente se prepara para una etapa de mayor agitación social, dijeron expertos consultados.
Esos preparativos quedaron en evidencia el viernes, luego que Maduro anunciara que decretaría un estado de excepción, medida usualmente aplicada bajo situaciones de gran conmoción y que normalmente conduce a la suspensión de las garantías constitucionales y a una mayor represión.
Pero el régimen bolivariano debería ahora tener más cuidado si pretende imitar la ola represiva que utilizó para contener las manifestaciones estudiantiles del 2014. En esta ocasión, la diplomacia brasileña ya podría no estar allí para servirle de muro de contención, advirtió desde Washington Antonio De La Cruz, presidente ejecutivo de la firma Inter American Trends.
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